Las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal fueron tres mujeres de una pequeña provincia de la República Dominicana. Estas mujeres junto a sus esposos, fueron parte activa del movimiento clandestino y tuvieron la valentía de luchar por la libertad política y por las tiranías más férreas que ha tenido Latinoamérica, la de Rafael Leónidas Trujillo. Actitud por la que fueron perseguidas, encarceladas varias veces y brutalmente asesinadas el 25 de noviembre de 1960. En honor a estas valientes hermanas, cada 25 de noviembre se conmemora el Día internacional de la No Violencia Contra la Mujer.
Las hermanas Mirabal representan la capacidad del ser humano de cambiar las cosas. Ellas en realidad eran como nosotros y nosotras, gente común, esposas, madres, hijas y amigas. Ellas se comprometieron por la libertad y la justicia porque la historia las puso en una situación determinada y tomaron ese desafío. Las hermanas Miraban son también conocidas y representadas como “Mariposas”, por ser este el nombre secreto de Minerva en sus actividades políticas clandestinas en contra de la tiranía trujillista.
Hoy hace 50 años de este asesinato. Y hoy es un día para recordar que hay que levantar la voz ante las injusticias, ante la violencia y los asesinatos y pedor un “NO MÁS MUERTES POR VIOLENCIA DE GÉNERO”.
¿Por qué es necesario recordarlas?
A partir de los siguientes datos podemos hacer una reflexión y dar respuesta a esta pregunta.
En España en lo que llevamos de año 2010 hay más de 60 mujeres muertas por agresión de su pareja o expareja (violencia de género), tanto en ámbito doméstico (Violencia doméstica) como en el público. 8 de cada 10 mujeres muertas no habían denunciado a su agresor. Ha habido en lo que llevamos de año 500.000 denuncias por maltrato. 100.000 mujeres viven diariamente con miedo.
Usando la información de las Naciones Unidas, que nos señala que en el mundo al menos una de cada tres mujeres, es decir mas de mil millones de mujeres, son golpeadas, coaccionadas sexualmente o sufren otro tipo de abuso en su vida (siendo el culpable de los abusos generalmente de un conocido).
La violencia contra las mujeres y las niñas es un problema con proporciones de epidemia, quizás la violación de los derechos humanos más generalizada de las que conocemos hoy en día. Destroza vidas, rompe comunidades y detiene el desarrollo.
En palabras de Kofi Annan, exsecretario General de las Naciones Unidas: “La violencia de género es quizás la más violenta violación de los derechos humanos y quizás la más generalizada. No conoce límites geográficos, culturales o económicos. Mientras continúe, no podemos afirmar que estemos logrando progresos reales hacia la igualdad, el desarrollo y la paz.”
En un informe del Banco Mundial, se estima que la violencia contra la mujer es una causa de muerte e incapacidad entre las mujeres en edad de procrear tan seria como el cáncer y una causa de muerte más frecuente que los accidentes de tráfico y la malaria juntos. También hace recapacitas en el gasto económico que genera la creación de servicios de ayuda, prevención y eliminación de esta lacra mundial, sin contar con el descenso en la productividad laboral.
La violencia de género hunde sus raíces en la desigualdad social entre hombres y mujeres. Se trata, por tanto, de un problema estructural, directamente vinculado al reparto de roles de género y al desequilibrio de poder entre ambos. Es la manifestación extrema de la desigualdad en el ámbito de la pareja, en las relaciones personales y familiares y en la sociedad, y tiene su origen en los valores, que han sustentado el patriarcado.
La violencia de género supone un abuso de la posición preponderante de los hombres y construye, al mismo tiempo, una manifestación y un instrumento para perpetuar la desigualdad. Por tanto la única forma eficaz de prevenir la violencia contra las mujeres consiste en avanzar hacia la igualdad real de las personas.
Algunos hombres no aceptan negociar las relaciones personales desde el plano de la igualdad y cuando las mujeres quieren romper la relación o manifiestan su desacuerdo, las amenazan, las coaccionan, las lesionan, o incluso las matan.
A pesar de los importantes avances legislativos producidos en los últimos años, debemos tener en cuenta que las leyes por sí solas no pueden cambiar lo aprendido a través de una socialización patriarcal, y diferenciada por sexos. Existe una mayor concienciación social respecto, pero aún quedan mensajes en las familias, en la educación, en los medios de comunicación, en la publicidad, que siguen trasmitiendo una imagen de las mujeres que denigra profundamente su papel en la sociedad, situándolas en una posición de subordinación, las desprecia y las anula; que las hace responsables, incluso, de la violencia a la que son sometidas. La responsabilidad es, en todo caso, del conjunto de la sociedad.
Es necesario desde nuestra labor como docentes, como agente socializador junto con las familias, las amistades, la religión y los medios de comunicación, educar en el respeto y la tolerancia, en igualdad de condiciones, de trato y de oportunidades, porque es educar para la democracia. Y no se puede hablar de democracia mientras haya desigualdades sobre la mitad del género humano.
Educar en igualdad es el camino más seguro para evitar los comportamientos machistas y las ideas sexistas que perpetúan la falsa creencia de superioridad del hombre sobre la mujer, y educación deber ser los principales instrumentos en la lucha contra la violencia de género, y una buena información, la mejor forma de concienciar a la población sobre este grave problema.
La igualdad real entre mujeres y hombres constituye la defensa más eficaz frente a los malos tratos, el poder de decisión de las mujeres, el que puedan participar en igualdad en los espacios públicos, la utilización de un lenguaje e imágenes que atenten contra su dignidad y, en definitiva, una educación en valores contribuirá a ello.
Por todo lo anterior, suscribimos este manifiesto y nos comprometemos a seguir trabajando para la erradicación de este delito que afecta al conjunto de la sociedad, para ello se debe crear un clima de tolerancia cero ante la violencia de género, de apoyo incondicionar a las víctimas y de condena firme al agresor.
Por los buenos tratos, por una sociedad entre iguales, sin lágrimas, sin heridas, sin privación de libertad, sin golpes.
Por una sociedad en la que existan unas relaciones responsables, compartidas y respetuosas en las que las diferencias de sexo, género o de raza no sean elementos de discriminación, sino de tolerancia, de complementariedad y de desarrollo individual y social, para una ciudadanía plena.
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