¡Ay Haití! ¡Cuánto dolor!
Podemos sentir en tí, la aflicción y el temor.
Miles de muertos y una gran destrucción
hacen que el amanecer se llene de compasión.
Ante esta catástrofe, se ha producido una unión,
en la que no manda el poder sino el corazón.
¡Ay Haití! ¡Cuánto daría yo!
Por mostrarte lo mejor de mí y curar las heridas del terror,
por aliviar tu alma del sufrimiento, reemplazarlo por amor,
por estar cerca de tí, abrazarte y decirte:
por estar cerca de tí, abrazarte y decirte:
"¡Ay Haití! ¡Nunca pienses en rendirte, pues si la fe mueve montañas,
el mundo corazones ansiosos por recibirte!"
Libertad
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