lunes, 19 de abril de 2010

EL TRAJE DE DOMITILA (Carmen Blanes)


Vamos a ver, ¿cuántas de aquí estáis casadas? ¡Bien! Y…. ¿Cuantas llevasteis en la ceremonia del matrimonio el clásico traje de novia blanco? Si, si, ese que ahora cientos de mujeres orientales se compran por catálogo y así cumplen uno de los mayores deseos más grandes de su vida. Si ese de cola y velo. ¡Ese! ¡¡¡Qué bonito!!! … ¡¡¡Qué guapas!!!!....

Domitila también lo llevó. Al llegar a la entrada de la domus, su recién estrenado esposo la cogió en brazos y la elevó dulcemente por encima del escalón del zaguán. Se iniciaba su nueva vida. Esposa de Publio Anneo.

Ya en el interior de la casa, escuchando el brotar del agua en la fuente del atrio miraba sus manos. Estrenaban un nuevo ornamento, el ius connibus, el anillo de bodas. Todo un símbolo. La marca del matrimonio.

Dicen los que tanto les gustan los números que, aproximadamente tres meses tarda en desaparecer la marca blanquecina que deja el anillo de bodas en el dedo “anular” de la mano izquierda (o de la derecha..) cuando se quita tras el divorcio. Bueno, tres meses…. Yo me pregunto cuánto tiempo tarda en desaparecer las marcas del alma.

La vida de Domitila os la imagináis a partir de este acontecimiento, ¿no?. Tareas domésticas, embarazos, con toda seguridad la muerte de uno o más de sus hijos al nacer o en los primeros años de vida, sumisión al marido y al patriarca de la pater familias, etc, etc, etc…. Una mujer romana cuando se casada sine manu, es decir bajo tutela paterna, si enviudaba podía volver a casa de su padre, pero si no, pasaba a depender de la familia del esposo, cum manu, fueran cuales fueran las consecuencias, por ejemplo, perder la tutela de sus hijos e hijas o incluso pasar al más bajo escalafón dentro de la familia.

Pero no voy a contaros la vida de Domitila la recién casada, sino el antes de la boda.

Domitila se crió en el seno de una familia de artesanos, su padre era un prestigioso alfarero de una importante ciudad romana de la Bética. Querido por los de su gremio y amado por su esposa y por sus hijos e hijas. Domitila era la mayor.

Domitila soñó una y otra vez con el día de su boda. La educaron para ello. Cantar, bailar, el arte del saber hablar u oratoria, conocer la literatura griega y latina, las buenas maneras, cocinar, coser, dirigir a las esclavas, buena amante, sumisa esposa y creyente en los dioses de su casa y de su ciudad.

Desde los doce años estuvo prometida a Publio Anneo, hijo de Anneo el Gaditano. Comerciante de pro e influyente entre los patricios de la ciudad. El padre de Publio y el padre de Domitila, son los que decidieron el casamiento en los esponsales y establecieron la dote que la joven aportaba al matrimonio. Se casarían en la mejor época del año, la segunda quincena de junio.

Con su hermana la menor, sentada en la arena del suelo del atrio de su casa, imaginó y dibujó una y otra vez como iba a ser su traje de bodas. Una túnica blanca que le llegaba a los pies, ceñida por un cinto, y una cofia que sujetaba el flammentum, velo de color anaranjado, que le cubría la cabeza y le caía cubriéndole la cara.

El manto, el velo, la cola, el tocado del pelo, las flores. Si, si, todo, porque los trajes de novia de las muchachas romanas eran iguales al que tú y tú, llevasteis en vuestra boda.

El color blanco, la pureza, la virginidad. El velo naranja, el regocijo, el placer. Y la cola, pensáis que eso es un diseño moderno. ¿Qué no sabéis que significa la cola?. Si todo es lo mismo, todo desde que la diosa madre se convirtió en un guerrero. Me remito a la época romana.

La novia lleva una cola como una escoba. Si, confirmado, no miento. La cola significa escoba. La cola arrastrada por el suelo, a modo de escoba, va borrando las huellas del pasado y de la mala suerte que puedas llevar a la domus (casa) de tu esposo desde la domus de tu padre. ¡Ea!. Las casas romanas estaban protegidas por los dioses lares y los penates (nuestros santitos de ahora) y al exterior de las casa pululaban unos dioses no tan benévolos que eran el mal agüero, de la mala suerte. Para evitar llevar la mala suerte desde la casa de tu padre a la del queridísimo esposo, llevaban una cola a modo de “sabia” e invisible escoba. Dentro de la casa y sin traje de novia, se te adjudica de por vida otra menos “sabia” y más visible escoba.

Domitila, en la víspera de su boda consagró sus juguetes de niña a una divinidad de la casa, después se acostó con el traje nupcial y el flammentum que le cubría la cabeza.

El rito nupcial comenzaba consultando los auspicios, y si no era malo, quería decir que los dioses eran favorables a esta unión. Se firmaba el contrato nupcial delante de diez testigos. Las manos de la pareja se colocaban una encima de la otra y se comprometían a vivir juntos.

Luego, como en todas las bodas, comenzaba el banquete nupcial en casa de la novia. La casa se engalanaba con flores y guirnaldas. Ya por la tarde el esposo con el rito del uxorem ducere fingía arrancar a la esposa de los brazos de su madre y se dirigían a la casa, la esposa se hacía acompañar hasta la casa de su esposo por una antorcha de spino spine alba encendida y músicos que hacían sonar sus flautas junto con las gentes del banquete que entonaban cantos religiosos y pícaros.

Al llegar Domitila a la puerta de la casa de su marido, éste le preguntó su nombre; ella contestó: .- Ubi tu Publio, ego Publia -. (Si tú eres Publio, yo soy Publia-). Entonces el marido la levantó a pulso para que no tocase el escalón de la puerta con el pie y la hizo entrar en la casa y se pronunciaron plegarias a las divinidades de la nueva casa. Lo del escalón, imaginaros lo que significa. No hacer entrar en la casa la mala suerte que pudiera traer desde la casa paterna y de la calle. O pensáis que era un detalle del novio y que implicaría, la protección, la comodidad, el sosiego que ibais a gozar a partir de entonces bajo su auspicio, quizás también.

Domitila murió, rodeada de su hijo e hijas, fue una mujer fuerte, influyente y luchadora, amada por los que la conocieron y a la que se recuerda con amor y respeto.

Para ti y para las muchas Domitilas, que vieron en su traje maravilloso un regalo, y en el escalón la libertad y las salida del yugo paterno.

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