jueves, 15 de abril de 2010

NIETZCHE (Antonio Mejías)


Friedriz Wilhelm Nietzsche nació a mediados del siglo XIX en una pequeña ciudad alemana. Tras la muerte de su padre (pastor protestante) creció rodeado de un ambiente familiar femenino y piadoso. Fue un niño serio y reflexivo, y con dificultades para relacionarse. A los doce años de edad comenzaron los dolores de cabeza, que le acompañarían durante toda su vida.
A los veinticuatro años, ocupa la cátedra de filosofía de la universidad de Basilea como profesor. Da su primera clase sobre Homero y la filología clásica.
En esta etapa comienza a escribir un libro, alentado por Wagner, que se publica en 1871, el nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música, en el que se compara la decadencia de la cultura griega con la alemana y propone como su salvación el espíritu wagneriano. No obstante, en 1876 se produce la ruptura definitiva con Wagner: Nietzsche ha dejado de ver en el compositor la fuerza dionisiaca que estimula la vida.
La enfermedad ha ido en aumento hasta llegar a impedirle valerse por sí mismo: los dolores de cabeza, de ojos y los vómitos son constantes.
Los diez años siguientes los pasa viajando por distintos lugares, vive de modo precario y escribe las que serán sus obras mas importantes (Aurora, La gaya ciencia y Así habló Zaratustra), recoge la idea del superhombre y la transmutación de los valores; es su obra más importante.
En mayo de 1889 es trasladado a una clínica de Basilea con signos de locura, de la que no llegaría a curarse. Los últimos años de su vida los pasó en compañía de su madre y, muerta ésta, de su hermana hasta el 25 de Agosto de 1900 cuando fallece.


La filosofía de Nietzsche se oculta detrás de un lenguaje lleno de imágenes.

Su obra se puede dividir en periodos:
El periodo romántico (Filosofía de la noche), está centrado en el estudio del pensamiento griego. En este periodo destacan ideas como el fenómeno de lo trágico se descubre la verdadera naturaleza de la realidad, corresponde al arte y ala tragedia conocer la esencia trágica del mundo, la vida es una antítesis y un vaivén ente lo infinito y lo infinito, y la última idea es que Sócrates encarna la oposición a la visión trágica del mundo, representando el dominio de lo lógico, de la razón, frente a lo trágico de la vida.

Para Nietzsche la vida no es accesible a la compresión intelectual, sino mediante la intuición. El arte y la poesía son el medio a través del cual aprendemos y la ontología están unidas.
La expresión simbólico de la vida se desarrolla a partir de dos fuerzas estéticas que se combaten, pero que se necesitan: lo apolíneo y lo dionisiaco, representadas por los dos símbolos: el dios Apolo y el dios Dioniso.
· El espíritu dionisiaco, de Dionisio, Dios de la orgía, representa los valores de la vida, de la desmesura, la embriaguez y la anulación de la conciencia personal; es el símbolo de la vida que se desborda rompiendo la barreras y las limitaciones.
· El espíritu apolínea, de Apolo, dios de la belleza, representa los valores de la razón, la medida, el equilibrio y la individualidad.
La lucha entre ambos representa el propio (juego trágico) en que consiste el mundo: vida y muerte, nacimiento y decadencia, que constituyen dimensiones de una misma realidad.
La tragedia griega expresa la antítesis entre el fondo infinito y el ser finito, encarnada en la contraposición de lo dionisiaco, que se manifiesta a través de la música y la danza, que corresponde al coro, y de lo apolíneo, que se expresa a través de la palabra y que corresponde a las figuras, a los personajes.
Los orígenes de la tragedia, dice Nietzsche, están en el coro trágico, que rememora la aventura del despedazamiento de Dionisio, devorado por los Titanes y resurgido de sus cenizas.

Sin embargo, embargo, el pathos trágico no es pesimista, el hundimiento de la existencia individual no significa su total aniquilación, sino la vuelta al fondo de la vida del que todo lo individual la surgido. Luz y noche, nacimiento y muerte son un mismo camino, el arte trágico supone una aceptación valiente y sublime de la vida que asume también el dolor que ésta engendra.
La grandeza de la tragedia griega es haber captado la síntesis creadora de las dos fuerzas enfrentadas entre sí, la contención y la desmesura, el sueño y la embriaguez: (Apolo no podía vivir sin Dioniso).



Al final en la filosofía de Nietzsche resuena una llamada a vivir a la luz de lo que el ser humano cree y siente sinceramente, abandonado la seguridad de los valores de un mundo trascendente edificado sobre la religión y asumido la vida como una experiencia trágica, como una lucha de donde emana la única fuente de valor. El ser humano se convierte así en ley para sí mismo, en el creador de sus propios valores, en el superhombre que vive plenamente, desinhibido, ilimitado y libre.
Nietzsche apuesta por el vitalismo: una moral que gira entorno a la vida; vivir el momento, renunciar a que la trascendencia confiera a la vida su peso y sentido, y buscar ese sentido en la propia vida. Consecuencias, probablemente vulgarizadas e irreflexivas, de esa actitud vitalista con la que Nietzsche expresa el sentido y valor de lo humano se encuentra en la actual identificación de la felicidad con lo material (dinero, poder, sexo, etc.).




El arte moderno del siglo XX es una expresión perfecta de la pluralidad de significaciones que, según Nietzsche, constituye la realidad. Ese arte (abstracto, incomprensible), que ha roto con los criterios clásicos de belleza. La emoción que inspira al autor no debe coincidir con la que despierta en el espectador, e incluso éstas pueden cambiar con el tiempo.
Este (todo vale) del arte moderno se ha expandido a todos los ámbitos de la cultura. Esto ha supuesto, junto a una generalización de la cultura, una banalización e incluso (basuralización) de los productos culturales, ya que para ser consumidos masivamente deben ser simples, fáciles y de utilidad inmediata.

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