jueves, 3 de febrero de 2011

ÁFRICA, UNA TIERRA MULTIRELIGIOSA (Débora Sánchez Romero)


A estas fechas del Siglo XXI, tan sólo una pequeña parte del continente negro profesa religiones tradicionales africanas, emglobadas todas ellas dentro del impreciso grupo conocido como Animismo.

El Islam es quien posee una presencia dominante en el norte y bastante destacada en El Sáhara, El Sahel, África Occidental y Oriental. El Cristianismo monofisita, aunque más antiguo que el Islam, quedo confinado tan sólo a Etiopía. Y sería a partir del S. XX cuando adquirirían una creciente importancia el Catolicismo y el Protestantismo debido a las colonizaciones europeas. Sin embargo, tanto el Islam como el Cristianismo se encuentran en África con un sincretismo más o menos sextarizado, con el surgimiento de ramas tales como el Kimbaguismo.

Aquí, Cruz de la Iglesia Ortodoxa Copta, rama del cristianismo muy profesada en Etiopia, Eritrea y Egipto y que sigue doctrinas monofisistas (que defienden que Cristo es divino pero no humano).

Iglesia de Nuestra Señora de Sión, en la ciudad-patrimonio de la Humanidad de Akxum, en Etiopia. Este es un de los centros principales de peregrinaje de los cristianos primitivos de África pues se cuenta que el santuario guarda la legendaria Arca de la Alianza.


Las religiones étnicas africanas se caracterizan por su variedad. Perduran, principalmente, entre
  • Cazadores y recolectores, que viven en grupos poco numerosos y nómadas, no tienen santuarios ni poderosos especialistas religiosos (sacerdotes, chamanes, etc.)
  • Pastores, para los cuales el ganado es divino (al fin y al cabo, sobreviven de él) y sus rituales principales van orientados por tanto a propiciar la fertilidad de los animales y preservar su salud.
  • Agricultores, cuyo número es más numeroso, adoran principalmente a los dioses de las cosechas, en busca de fortuna para sus cultivos, fomentando con sus rezos las lluvias apropiadas y la ausencia de plagas.

Los rituales africanos son muy variados. Los principales buscan dar culto a los antepasados, librarse de la brujería o poner de relieve la soberanía de reyes y gobernantes (claro ejemplo de cómo la mayoría de África vive sumisa en opacas dictaduras).

Para dar culto a los antepasados, en algunos pueblos, a un recién nacido se le pone el nombre de su antepasado para que de esta manera éste siga viviendo en el cuerpo del nuevo descendiente (una tradición que nos resulta muy cercano, ¿acaso nadie se llama igual que su abuelo/a, tio/a o incluso padre/madre? Aunque no todo aquel que muere pasa inmediatamente al panteón de los antepasados que continuan en compañia de familia incluso tras la muerte. Para que un fallecido alcance tal honor, es necesario que haya llevado una vida moralmente buena. En otros pueblos, un entierro apropiado es otra condición necesaria para convertirse en un antepasado respetado.

En la mayoría de los pueblos tribales que aún se conservan y que mantienen sus centenarias costumbres, una de las figuras sociales más importantes es el sacerdote. Es un sabio respetado para la tribu, encargado de dirigir los rituales y presidir y dirigir las ceremonias. Este sacerdote hace posible un cierto contacto con los dioses, que suelen ser varios en número pero preponderando siempre uno, un dios creador que gobierna sobre todos los poderes divinos y humanos. Algunas de las tribus que se rigen por este orden religioso son los Tswana, los Akan, los Zulú o loa Vudú.


La tribu de los Tswana

La tribu de los Akan.

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