Enfermedades, crisis, guerras… son algunos de los mayores enemigos a los que se enfrenta la raza humana, poniéndonos a prueba día a día, obligándonos a permanecer unidos, y actuar en rápida consecuencia para encontrar soluciones, soluciones que nos ayudarán a derrocar el problema y a madurar socialmente para poder enfrentarnos a futuras dificultades. Porque cuando verdaderamente reina el terror, y el caos, aquellos que están perdidos y asustados suelen extender la mano esperando que alguien los recoja y auxilie, aunque hay veces que no podemos llegar a tiempo.
Fuerte terremoto del nivel siete en la escala de Richter, en el país más pobre de toda América, Haití. Miedo, desesperación, momentos en los que los lazos de amistad y comunidad se rompen para dar cabida a enfrentamientos a muerte por obtener el alimento con el que podrá subsistir unos días más, algo más que unas simples migajas de pan y un vaso de agua, que le servirán para alimentar a sus seres más queridos y para ellos mismos. Gente gritando bajo los escombros, familiares con la frágil llama de la esperanza buscando a sus familiares bajo toneladas de edificios en ruinas, y de los afortunados que consiguieron sobrevivir al impacto, la mayoría ha sucumbido a la locura y ha recurrido a la violencia para la obtención de suministros alimenticios.
Parece que toda ayuda que llega es poca, e incluso empeoran las cosas, se han programado actos benéficos, incluso se han abierto cuentas bancarias para que todo ser que sienta la mínima compasión y desee ayudar en lo que pueda, invierta una cantidad mínima con la cual mejoraría notablemente la situación del país. Pero ¿es suficiente?
Nunca es suficiente, no si no colaboramos todos. Por la miserable cantidad de un euro, algo menos de lo que cuesta un insignificante bollo de la cafetería de nuestro instituto, una persona puede alimentarse. Tan solo por eso, ¿Vamos a quedarnos cruzados, incluso teniendo sus voces de auxilio tan cercanas? No, señores, por eso, los alumnos de 2º de Bachillerato B (del Virgen de la Esperanza), hemos organizado una colecta, recogiendo clase por clase toda la ayuda que nos podáis ofrecer, para que podamos responder a sus llamadas y salvarles la vida a cientos de personas, y llegar a alcanzar sus manos.
Fuerte terremoto del nivel siete en la escala de Richter, en el país más pobre de toda América, Haití. Miedo, desesperación, momentos en los que los lazos de amistad y comunidad se rompen para dar cabida a enfrentamientos a muerte por obtener el alimento con el que podrá subsistir unos días más, algo más que unas simples migajas de pan y un vaso de agua, que le servirán para alimentar a sus seres más queridos y para ellos mismos. Gente gritando bajo los escombros, familiares con la frágil llama de la esperanza buscando a sus familiares bajo toneladas de edificios en ruinas, y de los afortunados que consiguieron sobrevivir al impacto, la mayoría ha sucumbido a la locura y ha recurrido a la violencia para la obtención de suministros alimenticios.
Parece que toda ayuda que llega es poca, e incluso empeoran las cosas, se han programado actos benéficos, incluso se han abierto cuentas bancarias para que todo ser que sienta la mínima compasión y desee ayudar en lo que pueda, invierta una cantidad mínima con la cual mejoraría notablemente la situación del país. Pero ¿es suficiente?
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